El objeto de este viaje era la de encontrarnos con José Bernal, que cultiva el tomate roteño con el primor de un apasionado a las simientes autóctonas. Todo partió de un trabajo sobre el tomate de Rota que realizó Domingo Sánchez MejÃas -joven farmacéutico local que cursa estudios de Nutrición y Dietética en la UPO- en el marco de la asignatura Alimentación y Cultura que imparte Pedro A. Cantero. Trabajo minucioso que nos interesó tanto más que esta variedad inscrita en el Arca del Gusto, pero de la que, hasta ahora, carecÃamos de información local, pues se documentó a partir del informe que facilitó La Verde de VillamartÃn.
Partimos de Sevilla cuatro personas (MarÃa, Fran, David y Pedro), de Córdoba salieron otras dos (Pablo y MartÃn). Nos reunimos en el término de Rota con cuatro lugareños significativos: Domingo, Juan, Silvia y José.
Amén de la calidez humana que encontramos en ellos pudimos constatar la complejidad de un trabajo a pie de huerto. La tenacidad de José es significativa, maestro de profesión, llego a ser director de colegio pero, a la manera de Epicuro en su kepos, también dedicaba tiempo y pasión a los frutos del huerto.
Lo primero que hizo José es presentarnos a quien con él comparte esa afición, su primo Juan Izquierdo, y a su hija Silvia (amiga de Pastora y Pablo). Tras las presentaciones y como buen sabio, relativizó sus conocimientos. Algo que le honra.
Nos mostró las siete variedades de tomate que cultiva (2 cereza, 2 roteños, raft, rosa-morado y daniela) y expuso las razones por las que tenÃa unos y otros. Explicó sus formas de cultivo y cómo habÃa ido experimentado desde la filosofÃa agroecológica.
Él se reclama mayeto, y cultiva en terrenos de su primo Juan que fueron de sus abuelos y como buen mayeto está atento a lo que produce. Comentó que obtuvo las simientes de La Verde y que desde el primer año constató que esas semillas producÃan dos variedades que llamó “b” y “s”, porque le recordaban las que conoció en su juventud bajo los nombres de “blanquillo” y “suspiro”, variedades que los mayetos cultivaban en las tierras ahora ocupadas por la base americana. Variedades de arena ahora plantadas en tierras de secano, con riego por goteo.
Recuerda con claridad que sus mayores decÃan que cuando “vino” el “suspiro”, desplazó al “blanquillo” en el favor de cultivadores y compradores, porque aquel era más productivo, más fácil de pelar, más dulce y carnoso y de mejor aspecto, mientras que el “blanquillo” se pegaba más a difÃcil de cosechar, se pelaba más dificultosamente, era menos dulce y de producción escasa. De lo que pudimos constatar que el “blanquillo” era anterior al “suspiro”, pero que los dos se vendÃan igualmente como tomates roteños.
A la hora de la cata la mayorÃa de entre los que allà estábamos prefirió el “s” por su carnosidad y finura, mientras que algunos prefirieron el “b” por su complejidad. En este último se apreciaba tanto el dulzor como una punta de acidez y un sabor antiguo. Catamos otros tomate y ni que decir tiene que a Pedro se le puso la carne de gallina al catar el rosa de Vejer que le recordó al de su querida Sierra de Aracena, con matices que le diferÃan del onubense: algo más de cuerpo y, sobre todo, una piel más tiesa.
Catamos también un melón del terreno delicioso -podéis preguntárselo a Pedro y a MartÃn que se pusieron como quicos.
Tras ese aperitivo visitamos la lonja y algunos compraron buen pescado a precios del tiempo de la peseta y tras una breve visita al mar fuimos a comer una urta a la roteña que Domingo habÃa pedido para nosotros en un restaurante local. Advertencia, si queréis comer una buena urta a la roteña debéis merecerla.
José nos prometió una lÃneas sobre el tomate y esperamos poder visitarle el año próximo a finales de junio que según él es el mejor momento para su recolección.
Pedro A. Cantero