La relación existente entre la alimentación y otras disciplinas, la cocina como espacio doméstico político y las utopías alimentarias fueron las claves tratadas en la segunda parte del primer día del Congreso de Gastrosofía celebrada en Sevilla los días 31 de mayo al 4 de junio pasado. Un encuentro de gran interés para todos los que creemos en la filosofía Slow Food.
Manuel González de Molina, Catedrático de historia contemporánea en la U.P.O y experto en historia ambiental, centró su exposición en el actual ocaso del campesinado, señalando que la expresión alimenticia necesita nuevos modelos, ya que los de ahora perjudican.
Según González, estamos cada vez más de espaldas al campo. No se trata de hacer cuatro huertos ni dos terrazas. Necesitamos a los campesinos, nos dan muchos servicios además de alimentos, como cuidar de la biodiversidad. ¿Qué damos nosotros al campo?. Su situación en España es dramática.
Tenemos agricultura sin agricultores, con tecnología para las labores imprescindibles, para alimentos de mínima calidad, con huida y despoblamiento. No somos conscientes de ello y nuestro problema es conseguir que los que queden en el campo tengan más dignidad y calidad de vida.
No olvidemos que la agricultura representa el 24,5% del gasto energético total, seguido del transporte, el empaquetado y el envasado, sin olvidar el gasto en conservación de alimentos en los hogares. Pero lo fundamental es la importación de pienso para alimentar a los animales.
Para los huertos urbanos hay que liberar suelo, y gestionar el compostaje y la recogida selectiva (el 50% de los residuos es orgánico). En cuanto a los mercadillos de alimentos ecológicos –continuó González- deberían tener más frecuencia, pero están considerados como venta ambulante, a pesar de la gran demanda de estos productos.
El objetivo europeo para 2030 es conseguir un 25% de los alimentos de producción ecológica. NO ES MÁS CARO PRODUCIR EN ECOLÓGICO. Otra cosa es el precio de venta (decisiones políticas).
La pandemia ha hecho que el sistema haya absorbido incluso las necesidades alimentarias. Ahora se hace necesario un salto de escala, con la cooperación y con nuevas aportaciones.
Y para volver a la España vaciada, se debería hacer como agricultor. Hay que cambiar el sistema: el 20% de los grandes propietarios perciben el 80% de las ayudas.
David Steegmann /Doctor arquitecto por la ETSAB. Su tesis: “Ciudad, casa, comida. Una aproximación poliédrica a los límites entre lo público y lo privado”, investiga sobre la comida como engranaje en espacios domésticos públicos. La comida como fuerte vinculación en España, en negocios, trabajo, familia, et., y en espacios urbanos y domésticos.
Ahora, vamos hacia la globalización de la comida, cuando menguan las capacidades culinarias de los habitantes del planeta. Y es que comemos experiencialmente. Señaló a los huertos urbanos como dimensión didáctica, sensibilización, ante el proceso de desaparición genética. Hay que cuidar las zonas rurales, y es misión de los huertos.
Steegmann concluyó que es difícil pasar de suelo urbano a cultivo. Pero sí se puede cambiar la interconexión (también cuestiones políticas).
Resaltó la figura de los mercados de abastos, el problema de los residuos y los nuevos ritmos domésticos, así como el nuevo formato de “vivir solo/comer solo”, como nuevo lujo, ya que los super lo permiten, cuando antes vivían tres generaciones en una casa. Curiosamente, los solos generan más residuos; cinco personas, producen la mitad. Estamos revisando los modelos vivenciales.
(Esta es la segunda parte de los contenidos elaborados por Charo Barrios).